Coco: una carta de amor de Disney-Pixar hacia la cultura y las tradiciones de México

Porque esta música es mi lenguaje y el mundo es mi familia. -Miguel, "Coco"

Por Miguel Pina
Cine y Críticas Marcianas

La historia: Miguel es un niño mexicano de 12 años que sueña con triunfar en el mundo de la canción. Pero en su familia está prohibido tocar música desde que uno de sus antepasados abandonara a su esposa y a su hija Coco, para emprender camino como cantante tradicional. Es entonces cuando Miguel se encuentra con el dilema de elegir entre su pasión por la música y el amor por su familia. Una vez llegados a este punto, será en el tradicional día de muertos mexicano y con el recuerdo a los familiares que ya no están, cuando el niño tendrá que optar por cumplir su sueño u obedecer la prohibición familiar que perdura en el tiempo.

©2017 Disney•Pixar.

La crítica: Una de las sensaciones más bonitas que una persona puede experimentar al concluir una filmación en una sala de cine, es tener la impresión y si me apuran la certeza, de haber asistido al nacimiento de un clásico cinematográfico. Es entonces cuando uno de los sueños de todo cinéfilo se cumple, convirtiéndose en todo un acontecimiento. Cabe decir que quizás el cine de animación es el más profuso en este tipo de sorpresas por su narrativa en forma de cuentos universales. Y es que esa es la principal característica de Coco, que nace con vocación de fábula para perdurar ya para siempre en la memoria colectiva. Además, esta película viene a salvar un año ciertamente penoso para el cine de animación en el que solo y bajo mi punto de vista, podríamos salvar las producciones francesas Ballerina y La vida de calabacín.

Coco también debería suponer una catarsis para Pixar y su obsesión mercantilista por incidir en secuelas que no aportan absolutamente nada a una compañía que nació con vocación de revolucionar el cine de animación y que en buena medida lo consiguió. No sabemos aún como afectara su reciente absorción por los estudios Disney, pero en cualquier caso el camino que abre este largometraje, es el indicado para convertir su cine en algo más que en un producto para el consumo navideño.

La cinta y a través de la cultura popular mexicana, está principalmente centrada en el significado universal de la familia y al hecho de que todos hemos formado parte de esta unidad de convivencia en algún momento de nuestras vidas o lo seguimos haciendo. Y lo quiere hacer, buscando el significado que para el país azteca, tiene la celebración del día de muertos y con ello hacer del recuerdo a los antepasados un homenaje y traerlos hasta nosotros con un recuerdo amoroso en forma de ofrenda floral en forma de caléndula. Todo en Coco está teñido del preciosista color naranja de la flor mexicana por excelencia, que sirve como contrapunto colorido y emocional.

Y es precisamente una brillante idea de un guión original lúcido, la que utiliza un espectacular y colorido puente de las caléndulas, para separar y a la vez unir los dos mundos que se reflejan en la narración. Es decir, la tierra de los vivos y la tierra de los muertos. En la primera, es donde y en el inicio de la película nos encontramos a Miguel, en el bellísimo pueblo de Santa Cecilia con su bulliciosa plaza central inspirada en la arquitectura popular y colonial mexicana. Allí también está la zapatería familiar, e incluso su perro Dante que es un guiño a la raza autóctona mexicana conocida conocida por el sobrenombre perro pelón mexicano o perro Xolo. Y el segundo mundo, o tierra de los muertos, es en el que conviven los antepasados, cuya máxima ilusión es ser recordados aunque solo sea un día, en los altares tradicionales que sus descendientes les otorgan en forma de homenaje. Y es que en el mundo de los muertos, se muere dos veces, además de la primera, la definitiva es cuando son olvidados por el último descendiente que ya no ponga su foto en el altar o sencillamente no sea recordado. Pero lejos de ser un mundo sórdido y triste, es precisamente ahí donde Pixar saca todo su talento, arte digital y colorido, para hacer un inmenso parque temático con cines, cantinas y espectáculos, donde los esqueletos se divierten y hacen de la muerte un festival como si en la ciudad de Las Vegas conviviesen. Visualmente la película es una obra maestra, pero…

Precisamente es en esta división en dos mitades del film, donde aparece el mayor defecto de la producción y le resta capacidad de unión narrativa. Es cierto, que ese nexo de unión lo intenta conseguir a través del efectista puente de las caléndulas, pero las dos tramas superpuestas en la cinta se sienten partidas en dos mitades, brillantes las dos, pero dejando la sensación de enfrentarnos a dos películas en una sola, sin la completa unión de sus mitades. Esta sensación agridulce, no menoscaba en todo caso una obra cumbre que principalmente nos habla y es un estudio del arte, la cultura y de la música mexicana en todo su esplendor.

Por lo tanto, la banda sonora es un brillante compendio inspirada en instrumentos musicales tradicionales como son: el guitarrón mexicano, el arpa folclórica, la quijada, el sousaphone, las charchetas, las jaranas, marimbas, violines y trompetas con el mariachi de telón de fondo. Es decir, un nuevo y cuidado homenaje a México.

En los aspectos técnicos cabe destacar que la ciudad de los muertos está inspirada en la ciudad azteca de Tenochititlán y con ello se hace un diseño de ciudad vertical y en expansión. Allí siempre es de noche. Sin embargo, en Santa Cecilia, el pueblo de nacimiento de Miguel, predomina la luz diurna. Para recrear este tradicional pueblo mexicano, los diseñadores de Pixar viajaron entre otros lugares a Oaxaca donde visitaron la iglesia y el centro cultural de Santo Domingo, así como el mercado de Tlacolula y el Árbol del Tule de Montezuma. En Morelia el equipo estuvo en la Plaza Morelos, la Fuente de Tarascas y en el acueducto que sirvió de inspiración para crear tambien el puente de las caléndulas que marca la narración. Por último, se documentaron en el casco histórico de Guadalajara y en los cementerios de Tzintzuntzán y sus fastuosas decoraciones. Todo esto consigue que la dirección de arte animada sea un bello retrato de las calles empedradas, las telas bordadas y la idiosincrasia mexicana, que se convierte en un carta de amor de Disney hacia el pueblo mexicano, que de alguna manera sirve como consuelo hacía las nuevas políticas estadounidenses emprendidas por el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

En conclusión, Coco se siente como un viaje alucinante al fondo de las tradiciones socioculturales mexicanas, con una impresionante paleta de colores que hacen de la experiencia visual un mapa inmenso de emociones cromáticas. Si bien es cierto, que en la parte puramente narrativa se siente una desconexión entre los dos mundos visualizados por los personajes protagonistas y una cierta falta de riesgo, que la podrían haber convertido en una obra maestra absoluta, no por ello deja de ser una propuesta muy emotiva y de un enorme valor artístico. Desde luego, en valoración general se siente como una apuesta más en linea con Up o Inside Out que con Cars o Los increíbles. Es decir, un cine con sustancia, sabor y color que lo aproxima con lo que un día fue llamado Séptimo Arte. O sencillamente solo arte, eso es Coco.

Nota: 9/10.

Nacionalidad: Estados Unidos.
Dirección: Matthew Aldrich y Adrián Molina.
Guión: Jason Katz, Lee Unkrich, Matthew Aldrich, Adrián Molina.
Fotografía: Matt Aspbury, Danielle Feinberg.
Música: Michael Giacchino.
Duración: 109 minutos.
Estreno México: 27/10/2017.
Estreno EE UU: 22/11/2017.
Estreno España: 1/12/2017.



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