Una nueva hambruna podría afectar a Somalia en 2018

La comunidad humanitaria está conteniendo por el momento los efectos catastróficos de la sequía pero si la ayuda se reduce podríamos volver a una situación tan grave como la de 2011, cuando la primera hambruna del siglo XXI se cobró 250.000 vidas

El Gobierno somalí acaba de lanzar la alerta: un informe de la Unidad de Análisis de Nutrición y Seguridad Alimentaria de Somalia (FSNAU): más de 3,1 millones de personas en Somalia necesitan urgentemente asistencia humanitaria. Además, las tasas de desnutrición aguda evidencian una importante emergencia de salud pública que amenaza la vida de 1,2 millones de niños. “La asistencia humanitaria en Somalia durante este año ha conseguido evitar la hambruna pero la sequía se está intensificando y se prevé que se agrave para 2018. Si los niveles actuales de ayuda se reducen o se comprometen, Somalia podría verse inmersa en una espiral hacia la catástrofe”, explica Hajir Maalim, Representante de Acción contra el Hambre en África del Este.

La escasez de lluvias durante cuatro temporadas consecutivas ha acabado con los cultivos y el ganado, dejando a las comunidades sin alimentos ni ingresos. El aumento de los precios de los productos básicos está empujando a las familias más pobres a endeudarse y poniendo en peligro su capacidad de satisfacer sus necesidades diarias de supervivencia. Solo en el último año, la sequía ha desplazado a unas 948 000 personas de sus hogares.

En 2017 Acción contra el Hambre llevó a cabo varias evaluaciones nutricionales en las poblaciones desplazadas en Mogadiscio. Los datos indicaban que el 30 por ciento de los niños padecía desnutrición aguda, lo que significa una situación de emergencia crítica. Además, los resultados de las evaluaciones en noviembre de 2017 en el distrito de Hudur en Bakool también apuntaban a una emergencia nutricional, con tasas de desnutrición aguda del 17,2 por ciento entre los niños desplazados.

Los equipos de Acción contra el Hambre en terreno han documentado una escasez extrema de agua entre las comunidades de Bakool, donde muchas personas no pueden acceder a más de 7,5 litros de agua por día, lo que está por debajo del estándar humanitario mínimo para cubrir las necesidades de supervivencia en emergencias. Cuando en 2011 se declaró la hambruna en Somalia las condiciones eran similares. La respuesta a gran escala tardó en llegar y murieron unas 250 000 personas. A pesar de los importantes esfuerzos del Gobierno de Somalia y sus socios humanitarios durante el año pasado, la prolongada y severa sequía ha provocado un profundo deterioro de la seguridad alimentaria y un enorme aumento de las necesidades. La escasez de lluvias –sumado al conflicto actual, la pobreza arraigada y la falta de un sistema de salud que funcione más allá de la capital- han asestado un golpe devastador a poblaciones extremadamente vulnerables que aún luchan por recuperarse después de la hambruna de 2011.

“Las hambrunas no llegan repentinamente”, asegura Maalim. “Hoy los signos de alerta son evidentes. Debemos aprender del pasado y actuar, tanto a corto como a largo plazo para eitar lo peor”.

“Debemos actuar rápidamente para mantener los niveles actuales de ayuda y salvar vidas”, dijo Maalim, “es igualmente vital ayudar a las personas a reconstruir sus medios de subsistencia; fortalecer las redes de seguridad social; reforzar la resiliencia de las comunidades y los mercados; y, sobre todo, priorizar las soluciones políticas para poner fin al conflicto”.



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