Los análisis microbiológicos, fundamentales para garantizar la calidad del agua potable y afrontar con éxito los efectos del cambio climático

Los expertos nacionales e internacionales en gestión eficiente del agua afirman que el problema más importante de la humanidad a lo largo del siglo XXI está siendo y será la gestión de los recursos hídricos ya que es y será preciso afrontar satisfactoriamente los desafíos derivados del crecimiento de la población mundial y los efectos del cambio climático. Así, será preciso garantizar el acceso al agua de más de 2.000 millones de personas carentes del mismo y asegurarse de que el preciado líquido sea realmente potable, es decir, apto para el consumo humano. A la vez, también será necesario proporcionar a estas personas servicios de saneamiento seguro.

Todo ello teniendo en cuenta la previsión de que hacia la mitad del siglo, esto es, en 2050, la demanda de agua habrá crecido en aproximadamente un tercio. Además y de manera creciente se prevé igualmente que asistamos a un deterioro ambiental continuo debido a un progresivo aumento de la contaminación, por lo que cada vez se pone más de manifiesto la necesidad de nuevas formas de gestión de los recursos hídricos, que sean eficaces, y de establecer mecanismos para garantizar su calidad, para lo cual será preciso realizar análisis de agua con los cuales poder medir si la misma se encuentra suficientemente depurada y sana o, por el contrario, poder conocer en su caso su grado de contaminación. Ahora bien, ¿en qué consiste este tipo de análisis?

El ciclo del agua

Para entenderlo cabe recordar previamente que el agua que consumimos, en su estado original, permanece en contacto con la tierra en buena parte de su recorrido por los continentes cuando de manera natural trata de completar su ciclo, corriendo e infiltrándose de manera subterránea o encauzándose por los ríos para regresar al mar, a los lagos y océanos, desde donde regresa a la atmósfera en forma de vapor, condensándose a continuación, formando las nubes y, desde éstas, volver a caer nuevamente sobre los océanos y mares y/o la superficie terrestre en forma de precipitaciones. Después volverá a hacer el mismo camino en un ciclo que se inicia y repite una y otra vez. En este itinerario es extraída por los seres humanos de los ríos, manantiales y pozos, si bien el agua así obtenida en muchas ocasiones no es apta para su consumo pues en su trasiego ha absorbido sustancias de la tierra y bacterias de los animales que beben y chapotean en ella, a la vez que se “nutre” con partículas gaseosas, muchas veces tóxicas, cuando pasa por la atmósfera.

Los componentes contaminados se detectan a través de los análisis microbiológicos de agua, que son procesos químicos en los que se examinan, estudian y analizan muestras de agua para conocer su calidad. Para ello, de acuerdo con parámetros establecidos por la Organización Mundial de la Salud, basta con identificar determinados microorganismos que contravienen la higiene y sanidad humana, denominados indicadores bacterianos de contaminación, de manera que antes de ser entregado el líquido al consumidor, se le somete a los procesos de depuración y sanación que sean precisos, con lo que gracias a dicho protocolo el agua podrá usarse o utilizarse por los seres humanos en condiciones óptimas y sin riesgo para su salud.



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