Dame pan y llámame tonto

Reunión de la Junta de Portavoces del Congreso de los Diputados

Desde nuestros inicios, el ser humano como seres sociables que somos, hemos tenido la necesidad de vivir en grupos. Grupos en los que se elegía a alguien del mismo para dirigir y organizar, es decir, para gobernar. La pregunta que tendríamos que hacernos ahora es: ¿El poder emana del pueblo o de un grupo reducido como el ejército, un partido o un solo individuo? Ante esta pregunta tendríamos la contestación a dos formas actuales de gobiernos: democracia o dictadura. No vamos a entrar en las diferencias porque, por suerte o por desgracia, algunos lo hemos vivido y todos las conocemos.

En España hay registrados cerca de los 5.000 partidos políticos. Yo creo que estoy algo espeso, pero cuidado, digo algo, no mucho. ¿Cómo pueden existir tantas ideologías políticas? ¿O es que realmente interesa crear partidos por doquier, por si suena la flauta y “me lo puedo llevar calentito a casa”?

Se supone que una democracia abarca cualquier corriente política, pero, sinceramente, o se repiten esos pensamientos o creo que un partido de derecha, otro de izquierda y si me apuras uno de centro, pero centro de verdad, sería más que suficiente. Lógicamente esta es mi opinión y no tiene por qué ser compartida, pero me explico… Por un lado, los extremos sean del lado que sean, siempre van a tener ideologías que “rocen” la dictadura, con lo cual personalmente, no me sirven. En España tenemos el Senado, por lo que, los partidos nacionalistas y regionalistas, perfectamente pueden estar representados en esa Cámara. Así pues, nos encontraríamos con un Congreso de los Diputados donde estarían constituidas esas tres ideologías políticas y un Senado que abarcaría las Comunidades Autonómicas. Con eso no nos vamos a quitar políticos, pero sí partidos que, por su significado e ideologías, coinciden tantísimo que podrían coaligarse y con ello incluso sacar mejores resultados en unas elecciones. Pero esas coaliciones deberían ser no solo a nivel nacional, sino también autonómico e incluso municipal.

¿Cuál sería para mí el siguiente paso? Pues más sencillo todavía que el anterior. Se barajan muchos datos respecto a la cifra de políticos que hay en nuestro país, unas exageradas y otras se quedan cortas. Pero lo que es cierto, es que el porcentaje de políticos por habitantes en España es desmedido. En esta última legislatura, en la que se han repartido por doquier vicepresidencias, ministerios, directores generales, consejeros, asesores… ya nos hemos superado a nosotros mismos. No tenemos dinero para tener jubilaciones dignas, pero sí para sueldos vitalicios. Tenemos un país en el que la mayoría de sus trabajadores, el que puede conseguir trabajo, es mileurista. Un país donde el presupuesto para mantener a nuestros políticos es de 2.621 millones de euros, cantidad a la que habría que sumarle los procesos electorales (cada vez más asiduos) y los sueldos de las empresas públicas. Sigamos sumando: “Alta Dirección” de las autonomías 799 millones, “Ayuntamientos y Diputaciones” 1.140 millones, “Órganos  Institucionales, gobierno y otros” (lo que antes se denominaba “Alta Dirección”) 681 millones. Los gastos Personales a los “Altos Cargos” del estado ascienden a 70,69 millones. En las 17 Comunidades Autonómicas, con sus 17 parlamentos, las nóminas de diputados, consejeros, cargos de confianza, personal directivo y órganos de gobierno, ascienden a 455,2 millones. Pero esto era antes porque, en la actualidad, Pedro Sánchez ha conseguido superar estos presupuestos en un 3,4%. Vamos que, si no nos sobran políticos, venga Dios y lo vea, pero… Dame pan y llámame tonto.

Como ganador de las últimas elecciones, el PSOE obtuvo en concepto de subvenciones ordinarias en este 2020, 14,38 millones de euros. El PP 11,71 millones, VOX 8,07 millones, Unidas Podemos 4,86 millones y Ciudadanos 2,96 millones. Después de estos datos ofrecidos por el Portal de Transparencia, llega un invitado procedente de China, que se llama COVID19. ¿Cómo lo recibimos? Pues simple y llanamente con un nutrido grupo de sanitarios e investigadores mal retribuidos y peor reconocidos, que arriesgan sus vidas, en muchos casos, como kamikaces faltos de recursos y con un material básico de protección. Mientras tanto nuestros gobernantes, no solo no son capaces de conseguir que nuestra industria sea capaz de producir el mínimo material, como mascarillas quirúrgicas, EPIS o guantes, sino que no son capaces ni de saber comprarlos. Llegan antes los hidrogeles a Mercadona que a las farmacias. Las empresas particulares consiguen los test rápidos antes que el Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas. Dejamos que las pocas personas preparadas y competentes, que ocupan cargos relevantes, se vean forzadas a dimitir de sus cargos porque nadie les hace caso o les piden que mientan.

Y aunque en cualquier país del mundo esto parecería mentira, tenemos a nuestros políticos y a sus correspondientes partidos en modo “campaña electoral”. Al gobierno toda crítica a su gestión le parece una deslealtad en un momento como este. Los presidentes de las comunidades, unos piensan en sus próximas elecciones y otros en sobrevivir. Pero no encuentro a ninguno político que haga autocrítica, que pida disculpas por su falta de previsión, o por su mala gestión, incluso por cómo ha cogido esta pandemia a un sistema sanitario que tenía transferidas las competencias desde hace ya muchas legislaturas. El mayor logro de todos ellos, ayuntamientos, comunidades autónomas y gobierno, se reduce a repartir, como si fuera maná, alguna mascarilla desechable que en muchos casos no cubre ni al número de miembros de la familia. Además, puestos a criticar, probablemente en estos casos valga más la logística necesaria que el regalo, que, por cierto, no lo es, lo pagamos todos.

No sé si cuando esto termine no estaremos tan cansados y debilitados, en todos los sentidos, como para que nos queden fuerzas para cambiar un país que solo puede presumir de sus gentes, no de su clase dirigente que, no es mala, es pésima, la peor que hemos tenido nunca y en el peor de los momentos.


Carlos Machado
Periodista



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