Patriotismo

Carlos Machado

“Podéis arrancar al hombre de su país, pero no podéis arrancar el país del corazón del hombre”. Esta frase tan categórica del novelista John Roderigo Dos Passos, uno de los miembros esenciales de la generación perdida norteamericana, en la que evidencia la importancia de tus orígenes, podría ser una de las mejores definiciones de patriotismo.

Cada uno podríamos definir el patriotismo de la manera u forma que se quiera, pero la evidencia es única, amor a tu país. Este amor se puede manifestar de distintas maneras, aunque sinceramente, en mi caso, lo entiendo como una adhesión hacia el país en que se vive o te ha dado tu origen. Pienso que no debería estar utilizándose políticamente de ninguna de las formas. Si digo esto, es porque me resulta irónico que muchas personas “tachen” o “comparen” despectivamente, a aquellas personas que se emocionan cuando suena el himno de su país, o cuando ven izar su bandera. En la mayoría de esos casos, a estas personas se les suelen identificar, con ideologías de derechas o de “extrema” derecha. Ante estas circunstancias, me gustaría cuestionarme solo una pregunta, ¿Esos que relacionan ideologías políticas, con estos sentimientos, no han nacido en ninguna parte, ni tienen ningún tipo de obligación en el país donde viven?

En su forma fundamental, el patriotismo tiene implicaciones positivas y es condición esencial para existencia de un grupo. Da sentido a la pertenencia al grupo y cumple importantes funciones de identificación personal, así como de unidad, cohesión y movilización por algo que está por encima de la política, porque, cuando se le añaden creencias con esos contenidos específicos, puede tener consecuencias negativas.

El ser patriota no es algo que esté o deje de estar de moda. Desde que los seres humanos, sentimos la necesidad de agruparnos y organizarnos en tribus, podríamos decir que es ahí, donde comienza el espíritu de patriotismo. Lo curioso es que, desde hace aproximadamente unos dos siglos, ese sentimiento, se haya ido “arrinconando” en algunas personas, para anteponerlo a su criterio o pensamiento político.

Yo creo que, esas imágenes de muchísima gente con el puño en el pecho, lágrimas de emoción y actitud marcial escuchando el himno de país, mientras se iza su bandera o simplemente ante un evento del tipo que sea, es el inicio de patriotismo; pero no solo eso basta. Lo importante también, para ser patriota, es cumplir con las obligaciones que marquen las leyes que rigen sus países. Desde el punto de vista psicológico, podríamos decir que el patriotismo es una respuesta cognitivo-motivacional que se refleja en las creencias, emociones y obligaciones. Recuerdo una viñeta humorística de Máximo San Juan Arranz (Máximo) en las que dos personas comentaban: “Mi vecino es tan patriota que en lugar de colocar en su balcón la bandera nacional, cuelga su declaración de Hacienda”. Vivo ejemplo de ser patriota.

La cuestión es que, en términos generales, el patriotismo en España está dejando de considerarse un valor. Sus censuradores alegan que es un sentimiento extremista, intolerante y excluyente. Esta descalificación se debe, según Eric Arthur Blair, más conocido por el pseudónimo de George Orwell, escritor y periodista británico, a que, muchos confunden patriotismo y nacionalismo. Como ejemplo, apuntaba: “entiendo por patriotismo la devoción por un lugar determinado y por una particular forma de vida que no se quiere imponer; contrariamente, el nacionalismo es inseparable de la ambición de poder”.

Miguel de Unamuno ya hablaba de la crisis del patriotismo español en 1900. Se lamentaba que el desapego a España creciera a la sombra de un cosmopolitismo abstracto y un regionalismo volcado en la exaltación del “terruño” natal. Podríamos seguir remontándonos en el tiempo y referirnos a Miguel de Cervantes, donde al igual que muchos escritores de la época, dibujaron a los moriscos en sus obras como personas, que habían sido expulsados injustamente de su patria. Quizá el más famoso y conocido sea el discurso que realiza el morisco Ricote, en la segunda parte de El Quijote, donde parece dar voz al sentir de su pueblo diciendo: “fuimos castigados con la pena del destierro, blanda y suave al parecer de algunos, pero al nuestro la más terrible que se nos podía dar. Doquiera que estamos lloramos por España, que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural; en ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea, y en Berbería y en todas las partes de África donde esperábamos ser recebidos, acogidos y regalados, allí es donde más nos ofenden y maltratan. No hemos conocido el bien hasta que les hemos perdido; y es el deseo tan grande que casi todos tenemos de volver a España, que los más de aquellos, y son muchos, que saben la lengua como yo, se vuelven a ella y dejan allá sus mujeres y sus hijos desamparados: tanto es el amor que la tienen; y agora conozco y experimento lo que suele decirse, que es dulce el amor de la patria”.

Ahora, en nuestros días, como bien apunta Alfonso Guerra, existe un grupo de 90 parlamentarios, que no se sienten representados por la Constitución Española. Personas a las que les cuesta trabajo utilizar la palabra España y utilizan palabras como, este país o estado español…

Yo en su momento, tuve que salir de mi patria por problemas políticos y me fui a Brasil, uno de los países donde no había la posibilidad de extradición. Como anécdota, os diré, es un secreto y que quede entre nosotros, lloraba como un idiota cuando escuchaba por las emisoras de radio a Manolo Escobar, cantando el “Viva España”. ¿Soy por eso “un facha?”.

Podéis arrancar al hombre de su país, pero no podéis arrancar el país del corazón del hombre.


Carlos Machado
Periodista



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