El movimiento Autónomos al Congreso se gestó los primeros días de la pandemia, fruto del contacto de unos pocos pequeños empresarios que veían peligrar sus negocios a causa de los cierres obligados y la inoperancia de las decisiones que sobre las pymes y autónomos tenían (y todavía tienen) las decisiones políticas.
No exigían a los gobernantes nada más que, dado que durante el estado de alarma no podían, como es lógico, llevar a cabo sus actividades, por lo menos se intentara contrarrestar las pérdidas en la medida de lo posible. Todavía lo están exigiendo. Sus primeras peticiones se resumieron en la medida “Triple Cero”. Desde Autónomos al Congreso se solicitaba que durante el estado de alama la cuota de autónomos fuera de 0 €; también pedían un 0% de interés para los aplazamientos en el pago de impuestos; y un 0% de interés en la carencia de préstamos.
Siete meses de duro trabajo después, Autónomos al Congreso ya es un partido político. Ha habido numerosos obstáculos, administrativos y geográficos: el nuevo partido cuenta con integrantes de todas las provincias de España. Pero han sido salvados. Ahora, con el respaldo de contar con una estructura semejante a la de una empresa, una estrategia centrada en objetivos y un grupo de profesionales con experiencia, Autónomos al Congreso se lanza a la carrera democrática para conseguir “lo que los políticos de profesión no han sabido hacer”, dice Samira El Gaz, una de las promotoras “precisamente por no contar con experiencia profesional más allá de su militancia”.
“Somos más de tres millones de autónomos”, explica Antonio Barbeito, otro de los cuatro impulsores de este movimiento, “tenemos la fuerza y las ganas de defender nuestro negocio y a nuestros empleados; esto sólo es el inicio”.
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