Discurso de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, en su toma de posesión en la Real Casa de Correos

Esta es la segunda vez en tan solo dos años –¿quién me lo iba a decir?– que me enfrento al reto más apasionante de toda mi vida: ser presidenta de la comunidad que me vio nacer, y donde he estado casi siempre, la comunidad donde se encuentra lo más importante que tengo: mi familia, amigos y vecinos.

Pero también vuelvo a ser presidenta de una región claramente especial, de ciudadanos valientes y solidarios, donde nos hemos dado una forma de vida única. Aunque a los madrileños, precisamente porque venimos de todas partes, a veces se nos olvida la suerte que supone vivir aquí, de la sociedad que hemos formado, esta Comunidad ha visto de todo y que nos acoge a todos.

Una región que, a base de no ser regionalista, a veces nos pasa casi desapercibida.

Pero, ¿cuántos tienen la suerte de vivir en un lugar que ha sido tantas veces protagonista de la Historia? La capital de un país sin el cual no se entiende buena parte del mundo; y que, por eso, es objeto de canciones, de cuadros, libros y películas.

Francisco Umbral, uno de nuestros cronistas más brillantes, decía que Madrid era una «ciudad simultánea», cosa que cabe decir de la región entera, y por eso sentimos ese peso de la historia a cada paso, cuando estamos en las mismas calles que recorrieron Quevedo, Cervantes, García Lorca…

¿Cuándo no hemos sido asombro del mundo? Madrid, de corte universal, ha vuelto a ser ahora protagonista por sus teatros y museos abiertos durante la pandemia. Y no en vano llevamos siglos siendo una potencia cultural.

De hecho, en estos tiempos recios, que como nunca antes han convertido al mundo en un gran patio donde todo se comenta, ha brillado especialmente nuestra forma de vivir. Algo que no nos hemos inventado ahora, sino que ha estado siempre ahí, nos lo hemos dado entre todos a lo largo de cinco siglos de capitalidad. Lo que ha hecho mi gobierno es respetarlo y protegerlo.

Nada nos ha sido nunca ajeno en esta región, no hemos escondido nunca la cabeza, ni hemos mirado para otro lado. Aquí se viene a vivir en paz, sí. Pero también a estar donde pasa lo importante.

A Madrid se viene a ser empresario, estudiante, vasco o catalán y manifestarlo allá donde desee. Porque en Madrid todos encuentran su sitio para desarrollar sus proyectos y cumplir sus aspiraciones sin que nadie lo cuestione. Aquí se escucha a todo el mundo que tenga algo valioso que contar.

Por eso nos hemos convertido en la segunda casa de todos: para los que buscaban una nueva oportunidad, convivir con los más creativos, o la libertad perdida.

Los madrileños nunca hemos tenido miedo a la libertad; al contrario: solo hemos temido perderla, y por ella hemos luchado y lucharemos siempre.

Pero a veces se nos olvida que se nos hizo la capital de un mundo, el de España e Hispanoamérica, del que somos herederos. Aquí se unen todas las formas del español y de lo hispano. Por eso uno de nuestros objetivos es hacer de la Comunidad de Madrid la capital del español en Europa.

Y que no se nos olvide que Madrid, castizo o vanguardista, solemne o jaranero, siempre ha estado cuando se le ha necesitado; no le hemos fallado al resto de españoles.

A lo largo de la historia en Madrid han brillado los grandes músicos, escritores, pintores, guerreros o religiosos. Pero con la pandemia, con Filomena, las inundaciones o los incendios, ha pasado como en otras grandes calamidades o cuando la invasión francesa: los que han brillado han sido los hombres y mujeres corrientes: los profesionales, los que hacían su oficio por modesto que fuera: los sanitarios, los bomberos, trabajadores de supermercados, del transporte, los profesores…, todos juntos.

Y en los momentos más difíciles que ha vivido la Comunidad de Madrid en décadas, hemos demostrado que éramos mejores personas, y que nuestra actitud ante la vida tenía más sentido que nunca. Y esta fortaleza, que ha sorprendido al mundo, no la hemos inventado nosotros, es el carácter de los españoles que, juntos en Madrid, hacemos cosas maravillosas.

Además, el heroísmo de tantos madrileños anónimos, la solidaridad, el cumplimiento del deber de todo tipo de profesionales, la lucha por sobrevivir: en un hospital, batallando con la enfermedad, o intentado mantener un proyecto de vida, un negocio, el empleo…, todo esto no nos ha hecho perder la alegría ni las ganas de seguir adelante, sino todo lo contrario. Lo veo en las calles.

Calles en las que recibo un cariño que me hacen sentir agradecida y abrumada. Solo espero estar a la altura del entusiasmo que me encuentro cada día. ¿Qué más se puede pedir como político, como madrileña y como española?

La gente de Madrid me ha enseñado a ser un poco más empresaria, hostelera, estudiante, sanitaria, inmigrante, docente o creyente. Pero también, más respetuosa, más comprometida y responsable. Gracias a todos los madrileños, porque mi vida quedará marcada para siempre por las suyas. Este sentimiento no puede explicarse con palabras.

Y me enorgullezco especialmente de los hombres y las mujeres que me han acompañado en este tiempo, mis consejeros, porque han trabajado, créanme, más de quince horas al día en los momentos más complicados vividos en décadas.

Y nunca les vi pensar en ellos mismos, ni en si estaban poniendo en riesgo sus carreras políticas o su prestigio profesional. Se dejaron la piel y gestionaron con brillantez. Por eso todos continúan aquí en esta nueva etapa, porque sé que si volvemos a vivir cualquier adversidad, por grave que sea, ellos seguirán como rocas al frente de sus responsabilidades.

En este punto tampoco puedo olvidar al resto de los presidentes autonómicos, que han vivido como nosotros, un auténtico drama que ha marcado para siempre nuestras vidas, a la vez que nos ha hecho enamorarnos para siempre y sin remedio de nuestro cometido, de esta etapa que ha cambiado la historia. Gracias a todos por estar aquí conmigo, presidentes.

Por su parte, su Majestad, el Rey, don Felipe VI, ha estado siempre, sobre todo en los momentos más duros, junto a los madrileños y junto al resto de los españoles, junto a las empresas e instituciones, dentro y fuera del país, con su habitual cercanía. También la Reina, la infanta Sofía y la Princesa de Asturias, doña Leonor.

Madrid, que le debe su historia a haber sido Corte, pues Madrid, España y Monarquía son inseparables, hoy felicita al Rey de todos y para todos en el séptimo aniversario de su proclamación.

Tampoco nos han fallado, nunca lo hacen, especialmente durante la pandemia, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y las Fuerzas Armadas.

Queridos amigos:

Los ciudadanos ahora necesitan ilusión, convicción, esperanza, orgullo por lo que hemos logrado; sentir que todo lo que pelean cada día de sus vidas merece la pena, y que ese esfuerzo es digno cuanto menos, de respeto y ojalá pronto, de recompensa.

Por eso mi gobierno aspira a que todos se sientan representados. El haber obtenido el respaldo mayoritario de ciudadanos de izquierda a derecha, de cualquier edad o condición y en todo el territorio madrileño, no solo nos llena de orgullo, sino también de compromiso. El compromiso no solo de no defraudar, sino el de dejar una Comunidad de Madrid mejor que la que nos encontramos cuando llegué como Presidenta.

Comprometida con el pueblo de Madrid, con la libertad y con España, pienso encarar los próximos dos años mirando por los jóvenes, por los proyectos que llamen a nuestra puerta, por las oportunidades que nos permitan a todos volar. También, por nuestros mayores a los que todo les debemos. Y por respeto al trabajo y el legado de nuestros antepasados.

Es un lujo ser parte de la historia de la Comunidad de Madrid y una gran responsabilidad, que asumo sabiendo la herencia que recibo.

Pero miro al futuro, y no hay futuro sin niños: si el medioambiente es una de las mayores preocupaciones sobre todo para las nuevas generaciones, el llamado “invierno demográfico” es una realidad desde hace tiempo, ahora agravada por la pandemia. Un grave problema al que si no ponemos remedio, acabará multiplicando de manera imparable otra pandemia mayor: la soledad. El apoyo a la maternidad y a las familias será por tanto una de las razones de ser mi mandato.

Tenemos un ambicioso programa de Gobierno, que hemos expuesto durante la campaña y en el debate de investidura en la Asamblea, un programa que atiende a los principales retos y prioridades que afrontamos: el empleo, la educación, la salud, la digitalización, la vivienda, las personas maltratadas, los que se quedan atrás, y también los que triunfan y tienen aspiraciones: el excelente y el que fracasa y necesita una segunda oportunidad…, todos tienen cabida en Madrid.

Madrid es un vagón de Metro que transporta a la vez a un padre de familia que sale del trabajo, a una monja, a un hincha del Atleti, a un grupo de amigos que van a un concierto o a una manifestación. Eso es Madrid: una Comunidad que no duerme y que sorprende al mundo.

Eso es lo que he vivido estos cuarenta y dos años en sus pueblos, calles, universidades, bares, teatros, cines…, y por eso estoy enamorada de Madrid, y enamorada de España, y por eso en estos próximos dos años no voy a cambiar nuestro rumbo de gobierno, mejoraremos con todo lo aprendido y allí donde nos hayamos equivocado, nos enmendaremos, porque queremos que los madrileños vean que este ilusionante 4 de mayo ha merecido la pena; y que todo lo que han sufrido y trabajado, también.

Gracias a todos por confiar en mí para ser Presidenta una vez más.



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