Jon Echanove: «Tengo el impulso de hacer algo más, algo diferente, algo nuevo que me exija el doble»

El escritor madrileño seguirá escribiendo más novelas

Jon Echanove

Por Eva Fraile
www.lareinalectora.com

La mejor manera de conocer a Jon Echanove, este escritor madrileño que ha vivido, sin embargo, en distintas partes del mundo, es a través de sus novelas. La primera fue El ángulo de la felicidad, a la que le siguió Los planes de Dios. Ambas son un reflejo de los lugares por donde se ha movido y, también, de lo que se puede esperar de él (nos vuelve a chivar el autor en susurros). Porque si algo tiene claro Jon es que seguirá escribiendo.

  1. Jon, cuéntanos cómo se te ocurrió la idea de escribir tus dos novelas actuales, El ángulo de la felicidad y Los planes de Dios.

El ángulo de la felicidad es una idea antigua que se me despertó leyendo Orlando de V. Wolf. La transformación de Orlando es de sexo, pero yo imaginé otra transformación, inicialmente cultural (por ejemplo, de la cultura española a la china) y finalmente una transformación interior, del modo en que uno se ve y de las emociones internas frente a nuestro pasado.

Los planes de Dios surge por tres eventos. El primero, durante una conversación con un representante de la élite filipina cuando vivía en Manila, quien se mostró sorprendido de que yo, como europeo y joven, no tuviera interés en buscarme una amante filipina, independientemente de estar casado o no, como resto de los expatriados. El segundo, el impacto que me generó, y aún me genera, la miseria de los arrabales. Y finalmente, el asesinato sistemático de drogadictos por la policía bajo el amparo del presidente de Filipinas. Esas tres ideas convergieron en tres voces, en tres personajes que se entrelazan trágicamente.

  1. Ambas se enmarcan en dos géneros de la industria editorial anglosajona, el fiction–noir y el coming–of–age. ¿Podrías hablarnos de ello?

Dentro de fiction-noir, en la que se encajaría Los planes de Dios, al menos tal y como yo lo entiendo, se incluyen historias, casi siempre fatalistas, en las que una persona ordinaria se ve arrastrada a un mundo de violencia y corrupción. Y en este género, no se trata tanto de describir la violencia y la corrupción como el trayecto emocional y psicológico de los personajes.

El ángulo de la felicidad, es una novela en la que trato de describir un proceso de autoconocimiento, empoderamiento y cambio. Y ese enfoque sobre el desarrollo de una persona, se enmarca dentro del género coming-of-age, que se centra en el proceso de maduración personal y en mostrar la evolución psicológica y moral de los personajes.

  1. ¿Cómo te definirías como escritor?

Insatisfecho.

No siento que haya alcanzado todo lo que podría crecer como escritor. Creo que mis últimas dos novelas son muy dignas, pero tengo el impulso de hacer algo más, algo diferente, algo nuevo que me exija el doble.

Por ejemplo, tratar de deshilachar una trama a través de la experiencia cotidiana de los personajes de un tiempo presente, como hice en El ángulo de la felicidad o Los planes de Dios, pero ubicando la novela en el S XVII en Sevilla. Eso es a lo que aspiro con mi tercera novela, Aprendiz, la primera parte de una trilogía sobre la vida de los mercaderes, marinos y esclavos en la Carrera de las Indias.

  1. En El ángulo de la felicidad aprovechas tus conocimientos sobre China para volcarlos en la trama, mientras que en Los planes de Dios lo haces de tu experiencia sobre Filipinas. ¿Qué te han aportado a nivel personal estos países?

China es muy cercana, mi mujer es de allí y, lógicamente, es una parte muy importante de nuestro ámbito familiar. Posiblemente, lo más inesperado de mi encuentro con China fue descubrir una cultura tan optimista (por lo menos hasta el 2010), incluso ingenua. El pragmatismo y el inagotable deseo de mejorar, son un contraste muy violento con el conservadurismo y la rigidez de algunas normas sociales.

De Filipinas, lo primero que siempre se me viene a la cabeza es el desequilibro entre como los vemos y como nos ven. A mí, como a muchos españoles, me acogieron con un cariño especial por venir del país con el que comparten 350 años de historia. El rastro de la cultura española es visible en todos lados; en el lenguaje, la gastronomía, la religión… A mí me impresionó saber tan poco de Filipinas (básicamente todo mi conocimiento se limitaba a Magallanes, al Mantón de Manila y a los últimos de Filipinas). Me avergonzaba reconocer que ellos supieran tanto de mi cultura y de mi historia, y yo tampoco de la suya. Para ellos yo era, y soy, alguien cercano, y ellos para mí, una incógnita.

  1. Además, comentas que Los planes de Dios supuso para ti un reto…

Una vez que la historia se estructuró en mi cabeza, el principal reto que yo quería enfrentar era ser capaz de hacer que un personaje descrito por tres voces distintas, la suya propia y otras dos, fuera coherente a pesar de que cada uno de ellos experimenta elementos diferentes de esa persona y además la ven a través de su filtro personal, le evalúan a través de sus creencias y hacen una interpretación propia del comportamiento de esa persona.

Tengo la impresión de que el resultado final es bastante digno y cercano a lo que deseaba alcanzar.

  1. ¿Qué temas se tocan en Los planes de Dios?

Para mí, el tema más importante de en Los planes de Dios es el éxito y como lo que significa éxito está determinado en gran medida por el contexto sociocultural en el que nacemos. Uno puede tener la suerte de nacer en una familia acomodada en Europa o nacer de mala manera en un arrabal de Manila. Eso define lo que cada uno de nosotros asume lo que es posible alcanzar en la vida. El talento, el esfuerzo, la red de contactos no tienen ningún peso en comparación con el factor suerte.

Pero la novela también toca la desigualdad social, la corrupción o la pobreza. Y eso sí, como en todas mis novelas, aspira a presentar personajes de carne y hueso, con una descripción minuciosa de su mundo emocional que permita acercarse a lo que significa vivir en los distintos mundos que se pueden habitar en Manila.

  1. Algo que me ha llamado la atención es que me cuentes que cuando escribes tus novelas, te obsesionas con ellas. ¿Podrías ampliarme esta afirmación?

Como decía antes, en el momento en que estoy escribiendo una novela, soy incapaz de no estar permanentemente pensando en cómo son los personajes y en cómo se comportan, en el vocabulario que utilizan. En mi cabeza, mis historias aparecen como películas que reproduzco una y otra vez, con pequeños cambios, con cambios mayores, sin cambios, una y otra vez. Reproduzco en voz alta todos los diálogos, una y otra vez; cambio una palabra, el tono de voz, hacia donde dirige la mirada, el movimiento de la mano… Me duermo todas las noches preparando mentalmente la escena que quiero escribir al día siguiente.

Disfruto muchísimo de esas interminables e inconclusas conversaciones conmigo mismo y mis personajes, descubriendo quienes son y lo que me hacen sentir. Pero en el momento en que se acaba la novela, sobre todo cuando se publica, ya no tiene sentido hablar con mis personajes, de hecho, me frustra que estén todavía dentro de mí. En general, yo no disfruto hablando del contenido de mis novelas. Una vez terminadas hay una parte de mí que las rechaza, como si ya no me pertenecieran. Entonces me lleno con la siguiente novela y vuelvo a ser feliz conversando en soledad con un nuevo grupo de personas que aún no existen del todo, pero que lo harán.

  1. La psicología de los personajes de tus novelas es muy importante para ti. ¿Cómo construyes a tus personajes?

Como lector, una historia para mí es creíble principalmente a través de la experiencia emocional y la congruencia psicológica y de comportamiento de los personajes. En mis novelas, mis personajes van experimentando micro-traumas, o recordándolos, o disfrutando de momentos de pequeña felicidad o placer, que van conformando su comportamiento a través de la historia y como se relacionan entre ellos.

Soy muy escéptico con mis propios personajes. En todo el proceso de construcción de la novela no hay una sola reacción de un personaje que no trate de enlazar con otras partes de la historia o con su desarrollo emocional. Trato de que nada sea inconsistente o vago.

Yo aspiro a que todos los diálogos y todos los comportamientos de mis personajes sean evidentes para el lector, que no hubiera lugar para otro tipo de comportamiento.

  1. También parece que lo cotidiano tiene un gran peso en tu escritura. ¿Te inspira?

No conozco otra forma de enfrentarme a mis historias. Dentro de mí, una historia siempre se me aparece a través de un personaje, real o imaginario, a la que le ocurre algo inusual, intenso o dramático. A partir de esa imagen, yo trato de mover el personaje hacia atrás y hacia delante en el tiempo. Y para mí, moverme en el tiempo es moverme en el espacio y las relaciones diarias. En mi cabeza mis personajes salen de su casa apresurados, sin haber tomado ni siquiera un mísero café, porque llegan tarde al trabajo, caminan por la ciudad, pasan frente al escaparate de una farmacia y se acuerdan de que tienen que llamar a su madre enferma, les suena la tripa por el hambre y por eso entran en el bar, algo que, por ejemplo, lamentarán toda su vida.

Vivir, para mí, es cotidianidad y a mí me gustaría ser un narrador de vidas.

  1. Si un editor valorase tu obra, ¿en qué te gustaría que se fijara o apreciara más?

En el esfuerzo, ojalá exitoso, de que, a través de una escritura sencilla y ágil, poco pretenciosa, con un buen ritmo, consigo transmitir una gran profundidad sobre la naturaleza humana, las relaciones y la dificultad de integrar el mundo exterior y nuestra vivencia interior.

Me encantaría que se valorara la capacidad de entretener, de que temas cotidianos, temas profundos y complejos, no están reñidos con pasar un rato agradable leyendo, igual que si uno estuviera disfrutando de una novela de aventuras.



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