¿A qué jugamos?

TRIBUNA LIBRE

Cartel expuesto en las Urgencias Extrahospitalarias de El Abajón, en Las Rozas - Imagen de archivo

Hoy tengo guardia de 24 horas en mi antiguo SAR, al llegar me encuentro con la enfermera que ha hecho la noche del viernes, entre risas y sarcasmos me dice que hoy estamos 4 enfermeros, ¡bien!, ella que se va y tres que nos quedamos las 24 horas, una enfermera que ha sido contratada por equivocación en lugar del celador, que está de baja, y otro enfermero al que le dijeron esta semana que viniera, a pesar de que yo, que soy de la plantilla, vengo hoy a trabajar.

Me dicen que han hablado con incidencias y les han dicho que han encontrado un médico para aquí, pero que vendrá a lo largo del día, que no saben cuándo podrá llegar.  La cuestión es: ¿sabían de antemano que no iba a haber médico? No obstante, indago en las redes para saber si hay médico en el SAR más cercano, apenas a 5 minutos de coche desde aquí y averiguo que sí lo hay, y que además son dos médicos y dos enfermeros.

Transcurridos los primeros minutos suena por primera vez el timbre.

Bajamos a la sala. Es un joven que traen por haberle encontrado tirado en el suelo, semiinconsciente, con laceraciones en cara, región zigomática, en manos y rodillas. Afirma haber consumido coca y “otras cosas más fuertes” durante la noche. Entre risas aceleradas nos cuenta que también alcohol. Mi compañero decide pasarle y hacerle cura de las laceraciones varias. Hasta ahí bien, pero tras preguntarle por la fecha de hoy para valorar estado de consciencia, lo manda a casa con instrucciones de acudir al C S para seguimiento.

Vamos a ver, no sabemos qué se ha tomado, cómo va a responder su cuerpo en las próximas horas ¿y no activamos un recurso para un traslado al hospital para observación en un ámbito de seguridad?

Ante esta situación decido subirme al estar, preocupado por lo que acabo de presenciar.

Un rato después suena de nuevo el timbre. Desde las pantallas veo que es un vehículo que ha parado enfrente de la puerta y que mis compañeros salen con una silla de ruedas para sacar a una persona del coche y meterla en el centro. En el proceso se han dejado cerrar la puerta de entrada y llaman al timbre. Yo ya estoy bajando a la sala cuando le oigo sonar.

Entran con aires de Hospital Central. Tumban a la paciente, una joven, relativamente obesa, en pijama y zapatillas, que refiere dificultad respiratoria. Mi compañero me pide secamente:  “mascarilla de adulto”. Le pone oxígeno. Me pide “Gafas Nasales”, le digo, aquí no tenemos. Me pide “saturímetro”, yo lo estaba buscando y montando mientras tanto. Se lo doy. Satura al 100%. Obviamente, con una mascarilla conectada al oxígeno, yo tampoco esperaba menos, viendo lo que, a mi corto entender, parece que puede ser una crisis de ansiedad; pero podría tratarse de un proceso respiratorio, bronquítico, pulmonar o incluso un TEP. O un proceso de origen cardíaco y aquí, en este caso, la urgencia ya pasa a ser cronodependiente.

No somos médicos y valorar un diagnóstico diferencial no es competencia nuestra. Además, si es una crisis de ansiedad, la aplicación de oxígeno le puede agravar la situación de la hiperventilación.

Mientras tanto escucho a la compañera que llama al 061. tras unas palabras con la persona que le atiende le oigo decir que de momento no hace falta ambulancia, que “solo quiere hablar con el médico para comentarle”.

Mientras tanto mi otro compañero dice: “Le voy a coger una vía”.

A partir de ese momento mi cabeza petó. ¿Para qué? ¿Piensa  ponerle medicación? ¿Qué medicación piensa ponerle?

Me vuelvo a la compañera, que está tomando nota en la historia de la paciente y le digo: ¿qué estamos haciendo? Mandadle ya al SAR de al lado. Han venido en coche, están a cinco minutos de allí. El tiempo apremia y puede ser importante.

Me subo al estar. Mi corazón está disparado, siento las manos temblorosas. No entiendo qué estamos haciendo y sobre todo ¡tengo que compartir 24 horas con este “equipo”! No me siento seguro al lado de estos compañeros. Tengo 62 años, casi 63.

Recojo mis cosas y bajo a la sala. La paciente ya se ha ido al otro SAR. Delante de ellos llamo a Incidencias y comunico lo sucedido, mi situación personal y que me voy a ir a Urgencias para que me vean también a mí.

En incidencias me dicen que haga lo que yo crea correcto, que de todas formas un médico está avisado para venir aquí, pero que no saben cuando llegará. Me encuentro mal y les digo que me voy a que me vean. El compañero me dice que “hago muy bien, pero que este es su criterio, que me entiende, que entiende que tengo 62 años y que tengo otra forma de trabajar, pero que tengo que entender también que él tiene otros criterios para trabajar y que los tengo que respetar”.

Ya en Urgencias, en el pueblo de al lado me ven tras dos horas de estar esperando allí. Han tenido que movilizar una UVI para alguien que tenían en sala y se les han acumulado las urgencias. ¿Se puede tratar de la chica que hemos enviado hace un rato? Dejo de pensar, y centro mi atención en respirar y relajarme.

Hay dos médicos, dos enfermeras y una celadora, además del equipo de ambulancia local y un VIR.

Como digo ya llevo dos horas haciendo técnicas de relajación. Me siento más tranquilo, las pulsaciones han bajado. Paso con la doctora, me toman la TA 166/96, hacen una segunda toma 160/93. ECG normal. Yo soy habitualmente hipotenso. En alguna ocasión he llegado a los 130/70.

Hablando con la médica le comento lo ocurrido y cómo mi cuerpo ha cedido frente a la situación presenciada. Le explico que yo soy matrona. Que si hubiera venido un parto al SAR yo lo habría podido valorar, tanto en la evolución de la dilatación uterina como del bienestar, la colocación y presentación del bebé, decidir si da tiempo al traslado o atenderlo en el propio SAR. Soy matrona y estoy cualificado académica y jurídicamente para hacer esta valoración y esta actuación y sus consecuencias. Pero como enfermero no. En estas circunstancias, sin el equipo formado con el médico no tengo esa capacitación específica. La compañera médica que me atiende asiente con la cabeza dándome la razón.

Me hacen informe y Parte de Lesiones que el lunes llevaré a Salud Laboral.

La cuestión es: ¿a qué jugamos?

Mi salud, mi bienestar, son para el resto de mi vida. He cuidado de la gente, y he aprendido a cuidarme, precisamente para predicar con el ejemplo.

Recibo palabras de ánimo y comprensión por parte del compañero enfermero que está en este SAR este sábado. Es un hombre cercano y solidario conmigo, tiene 63 años, la médica, maravillosa persona, amable, empática, la compañera celadora así mismo acogedora y empática me transmiten palabras de ánimo y comprensión. Todos estamos viviendo el mismo drama.

Escribo a mi grupo de compañeras y compañeros de la plataforma, para contarles lo que está (y me está) ocurriendo, y todas me han devuelto su apoyo y comprensión en este proceso y lo agradezco desde el corazón; pero son demasiadas guardias por delante las que me quedan por hacer y en las que desgraciadamente esta situación se puede volver a repetir, y mi  momento vital es importante, mi salud es importante y, sobre todo, la salud de la población a la que atendemos es importante.

No podemos engañar a la población diciéndole que tienen  UN CENTRO ABIERTO DE URGENCIAS cuando no hay un equipo completo para atenderles.

Me consta además, por testimonio de otros compañeros que algunos médicos de SAR han solicitado un día libre, PROPONIENDO ELLOS MISMOS UN MÉDICO SUPLENTE y aún así han enviado un enfermero. ¿Con qué finalidad? ¿Hay acaso una voluntad implícita de no contratar médicos? ¿Qué se oculta detrás de esta forma de actuar?

No pueden seguir jugando con nosotros, con nuestra salud y con la seguridad y la salud de la población. Esto no es un juego. ASÍ NO.


Juan José Juanas Baragaño, enfermero de Urgencias Extrahospitalarias 



Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*