En un contexto de crisis mundial, en el que los cambios de las últimas décadas se han sucedido de forma abrupta y vertiginosa (catástrofes económicas, transformaciones y dificultades en el mundo laboral, irrupción de los últimos avances tecnológicos y de sus nuevas formas de comunicación y relación entre personas, retos planteados por la perspectiva de género, desajustes causados por la pandemia del COVID…), los desafíos se han multiplicado en el marco de la salud mental debido al incremento de las depresiones, de las enfermedades psiquiátricas y de las adicciones provocadas por la dificultad para digerir semejante avalancha de transformaciones sociales y humanas. En lo referente al alcoholismo, los últimos informes de la OMS han cifrado en tres millones de muertes anuales las causadas por su consumo nocivo, lo que representa un 5,3% de todas las defunciones.
En un panorama en el que hay que celebrar la relevancia que ha tomado el interés y el compromiso por la salud mental de los ciudadanos, sin embargo ha proliferado la tendencia a convertir los servicios psicológicos y de tratamiento de adicciones en un nuevo modelo de negocio, con una “clientela”que no cesa de aumentar y que ha generado una nueva tipología de “profesionales”, terapias y tratamientos de rehabilitación que no siempre se preocupan de los problemas que aquejan a las personas que necesitan ayuda.
En el área de las adicciones, ha crecido la tendencia a crear metodologías que pretenden tratar unas y otras sin atender a sus diferencias (alcoholismo, drogas, sexo, juego…) y a la simplificación de las exigencias para el acceso de nuevas figuras “profesionales” que no resultan aptas por su escasa preparación. Incluso los programas de 12 Pasos inspirados en los de Alcohólicos Anónimos se están poniendo en práctica de una manera en la que prevalece una rígida ortodoxia (que termina convirtiendo dicho programa en una suerte de conceptos dogmáticos) y que no permite experimentar la vivencia humana que pretendieron en su día los fundadores de Alcohólicos Anónimos, Bill W. y el Doctor Bob.
A ellos y a su legado se pretende rendir homenaje en este 89 Aniversario de la asociación, resaltando la vigencia de sus principios, tan necesarios en estos momentos como en aquellos convulsos años de la fundación de Alcohólicos Anónimos. Diferentes causas históricas, pero mismo desconcierto social. Por ello, en un escenario en el que el alcohólico está a merced de múltiples ofertas de servicios que parecen estar más atentas a la rentabilidad del negocio terapéutico que a su recuperación real, AA permanece fiel a sus principios y a su servicio (gratuito y desinteresado por ser agradecido y vocacional), con su exitosa experiencia histórica como referencia y con lo vivaz y actual que resulta su mensaje para el alcohólico que sufre: “Alcohólicos Anónimos es una comunidad de hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse de su alcoholismo”.
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