Una ventana a la estufa o chimenea

Más allá de las escenas idílicas que podamos imaginarnos “al amor de la lumbre” de una estufa de leña o una chimenea doméstica,  como por ejemplo la lectura de cuentos o transmisión de relatos, un entrañable ágape en familia o conversaciones románticas de enamorados, lo cierto es que tanto la estufa como la chimenea son elementos prácticos en el hogar que, además de resultar muy decorativos, cumplen una funcionalidad clara, la de calentarnos en invierno.

Como para su funcionamiento es preciso encender fuego y mantenerlo vivo, resulta fundamental que cuenten con una buena puerta de vidrio, especialmente una ventana de cristal vitrocerámico, ya que éste soporta temperaturas extremas. Esta ventana garantiza la seguridad, ya que impide que salten chispas o caiga un tronco encendido hacia el interior de la casa, lo que podría provocar un incendio; evita además los revocos de humo asimismo hacia el interior del hogar, lo cual mantiene el aire limpio y preserva de malos olores nuestra vivienda; y favorece un mejor rendimiento o una mejor combustión de la leña, lo que redunda en una mayor eficiencia energética, con lo que ello implica de beneficio para nuestro bolsillo y sostenibilidad medioambiental. Y es que, al reducirse la cantidad de madera necesaria para calentar,  se preservarán más árboles durante mucho tiempo.

Hasta hace relativamente pocos años todas las chimeneas eran abiertas pero, en la actualidad, debido a las razones anteriormente mencionadas, la inmensa mayoría de ellas, ya sean metálicas, cassetes de leña, hogares, etc., cuentan ya con puertas o ventanas de cristal, bien porque han sido incorporadas a posteriori o porque ya han sido fabricadas e instaladas con las mismas.

Los efectos de los cambios de temperatura

Pese a su durabilidad y resistencia, puede pasar que alguna vez se rompa el vidrio de la puerta o ventana a la estufa o chimenea. La razón podría ser, entre otras causas, un cambio brusco de temperatura. Éste, por ejemplo, puede darse sin darnos cuenta al limpiar el cristal, para lo que se suele utilizar un limpiacristales específico. Pues bien, la temperatura del líquido puede contrastar notablemente con la del cristal si no tenemos la precaución de esperar a que éste se enfríe, lo que podría provocar que el vidrio se agriete, se rompa o incluso directamente estalle. El proceso es similar a lo que ocurre con un vaso de cristal recién salido del lavavajillas y, cuando todavía está caliente, vertemos sobre él agua fría.

También puede producirse un cambio repentino de temperatura cuando abrimos la puerta de la estufa, estando ésta apagada pero aún caliente, al llegar a la misma aire frío proveniente de la ventilación de la habitación en un momento dado del día en el que, a tal fin, se abren las ventanas de la estancia.

Asimismo se puede romper o reventar el cristal de la estufa si ésta se ubica cerca de la puerta de la calle y abrimos su ventana al poco tiempo de haberse apagado a la vez que se abre la entrada a la vivienda desde la calle y entra aire frío. Es decir, se trata de otro intenso cambio de temperatura que puede conllevar la ruptura o agrietamiento del vidrio.

Es preciso estar atento y tener cuidado para tratar de evitar estas situaciones, aunque, si se dieran, tenemos la tranquilidad de que hoy día el cristal vitrocerámico roto puede sustituirse fácilmente de manera rápida y con garantías acudiendo a una empresa del mercado cualificada.



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