Ricardo J. Montés publicará en febrero «La última corona», novedosa versión del final de la Hispania visigoda

Ricardo J. Montés

Por Eva Fraile

¿Era don Rodrigo, último rey de los visigodos, un inepto y un degenerado? ¿Existió Florinda La Cava? ¿Qué hay de cierto en la historia de la traición del famoso conde don Julián? Son preguntas que surgen cuando uno se acerca a las versiones tradicionalmente divulgadas sobre los últimos tiempos del reino visigodo de Hispania. La última corona, de Ricardo J. Montés (Ontinyent, Valencia, 1957), que verá la luz a lo largo del primer trimestre del año próximo, propone una versión muy diferente de la que teníamos por cierta.

Glosar la vida y obra de Ricardo J. Montés no cabría en un artículo. Abogado del ámbito fiscal y tributario, entusiasta de la Fiesta de Moros y Cristianos, apasionado de la Música Festera, colaborador en periódicos y revistas, padre de tres hijos, son solo algunos de los títulos de su cursus honorum. Pero, para el caso que nos ocupa, lo más importante es que es un lector enamorado de la novela histórica y un devoto escritor, que escribe con rigor y respeto por la disciplina histórica, pero que no duda en cultivar la imaginación y emplearla a modo de cemento que mantenga la consistencia de las piezas que forman sus historias. «El escritor debe creerse la historia que está escribiendo. Una novela histórica no es un libro de historia. El escritor de novela histórica es el ser afortunado que se encarga de rellenar los huecos que deja el documentalismo riguroso. De esta forma se convierte en el lazarillo del lector para que transite por calzadas romanas, navegue en carabelas arboladas, recorra palacios suntuosos, duerma en cárceles inmundas, se sacie con sabrosas comidas o disfrute del amor en cualquier rincón de la historia. Una de las cosas que más halaga como escritor de novela histórica es cuando un lector me pregunta: ¿eso que pone ahí es cierto? Es señal de que se ha creído mi historia. Y eso es porque he sido capaz de narrarla de manera verosímil y coherente, alcanzando el propósito de que lo imaginado se mimetice con lo real, creando un relato sólido y atractivo».

La nueva novela de Ricardo J. Montés se llama La última corona, y en ella da un giro total a la versión, más o menos oficial, que tenemos sobre el final del reino visigodo de Hispania y la invasión musulmana que lo extinguió definitivamente. El libro, que ya ha sido adquirido por una editorial para ver la luz a lo largo del primer trimestre de 2022, nos presenta a un don Rodrigo, último rey de los visigodos, de mente preclara, adelantado a su tiempo, que busca lograr la unión de los diferentes reinos peninsulares para poder hacer frente a las tropas invasoras. «La invasión árabe llegó a un reino visigodo decadente, dividido, egoísta y desconfiado. Se tiene por cierto que, de los 32 reyes godos, la mitad murió por hechos violentos, lo que nos da una idea, no solo de una época convulsa, sino de un pueblo, el visigodo, débil, combatible y frágil. En esas circunstancias, no solo cayó el reino visigodo, sino que, en apenas unos pocos años, los árabes llegaron hasta Santiago de Compostela. El camino de vuelta, como todo el mundo sabe, duró casi ocho siglos», defiende Montés. Pero el rey Rodrigo de La última corona no está solo; lo acompaña un personaje inusitado: doña Florinda, llamada por la tradición La Cava; apodo peyorativo, por cierto, cuyo significado sería, más o menos, prostituta. De este personaje solo sabemos que la tradición le atribuye haber sido violada por Rodrigo y que, por ello, su padre, el célebre conde don Julián, enfurecido, habría decidido facilitar la entrada de los musulmanes en la península. El caso es que ni siquiera sabemos seguro si existió. «La verdad es que Florinda ha dado mucho de sí en la literatura española, e incluso la extranjera. De ahí las obras sobre ella de Lope de Vega, Andrés da Silva, Menéndez Pelayo, Fermín de Laviano, Robert Southey y José Zorrilla. La mayoría se refieren al episodio de la violación. En mi novela, en cambio, Florinda adquiere un papel protagonista junto a Rodrigo en la ardua tarea de revertir la invasión árabe. Y esta es, sin duda, una gran novedad», asegura el autor.

Dentro de la versión que aporta Ricardo J. Montés, quizá el papel de Florinda sea el más revalorizado, no solo porque cambia radicalmente la naturaleza de su personalidad, o porque decide abrazar las fuentes que aseguran que quien abusó de ella no fue Rodrigo, sino Witiza, su predecesor en el trono; lo verdaderamente valioso que el escritor onteniense le concede a Florinda es poner en sus labios una frase que define la esencia de su obra literaria: «El arraigo a la tierra es lo que nos da sentido como seres humanos. Los hombres y las mujeres somos nómadas hasta que un día encontramos la tierra que nos agrada. Entonces echamos raíces, asentamos nuestra vida a su alrededor y nos preparamos para defenderla con todas nuestras fuerzas».

Este cariño por la patria chica queda especialmente patente en El guardián del linaje, su anterior novela, que habla de la epopeya de los hombres y mujeres de Ontinyent, su localidad natal, para levantar la que fue la torre campanario más alta del Reino de Valencia, aún hoy la segunda más alta de España, solo superada por la Giralda de Sevilla. «Mi novela El Guardián del Linaje está contribuyendo a dar a conocer un monumento arquitectónico que, por demasiado cercano, a menudo pasaba desapercibido. A esta torre le está ocurriendo algo similar a Santa María del Mar de Barcelona, mucho más conocida después de la novela La catedral del mar, de Ildefonso Falcones», comenta orgulloso Montés.



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