Edurne Valiente compone en «Una canción fúnebre» y «El Lazo» un universo propio

Edurne Valiente

Por Eva Fraile
www.lareinalectora.com

Tener un sello personal reconocible como escritora cuesta trabajo. Por eso tiene tanto mérito lo que ha conseguido Edurne Valiente (Valencia, 1993) con Una canción fúnebre y El Lazo: crear su propio universo literario. Un lugar reconocible y que impregna de su esencia a sus historias, haciéndolas únicas y marcando incluso el carácter de sus personajes, que, ya os adelanto, no os dejará indiferentes.  

El universo de las novelas de Edurne Valiente es muy atractivo. No creo que esté descubriendo nada para quienes ya han leído lo que escribe esta autora valenciana, pero es muy necesario que lo conozcan quienes aún no saben de su existencia y están buscando obras de fantasía que devorar.

Es cierto que no se trata exactamente del mismo escenario para las dos historias, pero sí que estas comparten mundo, como la propia autora explica: «El Lazo es una novela ambientada en el mismo mundo que Una canción fúnebre, pero en una época y localización diferentes. En ella muestro las conductas que tienen los psicópatas integrados para atar a sus víctimas y las terribles consecuencias que sufren estas. Tuve que documentarme mucho, pero estoy muy orgullosa del resultado final».

Pero empecemos por el principio. Una canción fúnebre y El Lazo son las dos obras publicadas de Edurne Valiente. La primera es una novelette; la segunda, una novela con todas las letras. En ambas, Edurne Valiente despliega lo mejor de su sello personal como escritora: unos personajes complejos, llenos de matices y que, en consecuencia, también tienen relaciones complejas entre sí. Tanto que a menudo se salen de lo que podemos considerar normal como lectores. La valenciana reconoce que, efectivamente, algunos de sus personajes pueden llegar a resultar chocantes (algún editor ya se lo ha hecho saber), pero no es algo pretendido, simplemente escribe el tipo de historias que le gustaría leer, tal cual salen de su cabeza. «Nunca he pretendido abanderar ninguna ideología, corriente ni movimiento. La historia tiene esas características porque así era en mi imaginación. Quizá suene decepcionante para aquellos que esperaban un mensaje profundo y motivacional, pero yo solo me limito a plasmar lo que ya existe en mi mente», confiesa. «Soy consciente de que Una canción fúnebre es una historia rara —comenta más en profundidad—, porque muestra varios modelos de relación muy diferentes entre sí y hay alguno que, desde fuera, puede considerarse turbio. Otros, por supuesto, se verán muy necesarios para la sociedad actual, pero lo cierto es que no buscaba hacer una novelette rompedora. Buscaba representar la historia de Heryth y Heeerth tal y como la conocía en mi imaginación. Creo que lo he conseguido».

Sus libros, además, llaman la atención por la cuidadísima edición con que se presentan, tanto por fuera, con llamativas cubiertas, como por dentro, llenos de detalles y pequeñas ilustraciones, tipografías especialmente escogidas y maquetaciones muy cuidadas, y esto contribuye a rodear a las historias que cuenta de un envoltorio más que apetecible. Edurne es una autora que cuida los detalles, y, seguramente por esto, ha obtenido la recompensa del reconocimiento del público, que, sobre todo en el mundo de la autopublicación, si por algo destaca es por ser realmente exigente y penalizar mucho los errores.

Desde el lugar que se ha ganado en el catálogo de Amazon, Edurne Valiente asegura que la acogida dispensada a sus libros es más que satisfactoria y que para ella la crítica es, fundamentalmente, un aprendizaje. Le hace gracia que sus historias sigan resultando chocantes, pero sabe que, al final, los lectores reconocen que se trata de un producto de calidad: «Creo que prácticamente todos coinciden en que no era lo que esperaban leer, pero, por suerte, la mayoría de los comentarios han sido de sorpresa (de la buena). También han destacado a la protagonista, la diversidad de las relaciones, la originalidad de la historia y el estilo narrativo», concluye.



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