Los adultos sufren más que los niños el peso emocional de la tartamudez

Se estima que el 2 % de los adultos tartamudean. La intervención del logopeda favorece el dominio de la expresión oral en estas personas y les aporta seguridad

Este domingo, 22 de octubre, se ha celebrado el Día Internacional de la Tartamudez, una dificultad del habla que comienza en la infancia y que si no se detecta y se trata puede tener importantes repercusiones en el plano relacional y laboral en la edad adulta. En este sentido, la intervención logopédica es prioritaria y necesaria.

En España, 467 mil personas tartamudean. Se estima que el 5 % de los niños menores de cuatro años tienen disfluencias o interrupciones involuntarias en el habla que se consideran evolutivas, pero el 80 % de los casos se corrigen. Si, a partir de esa edad, el tartamudeo persiste es recomendable consultar al logopeda, pues una intervención precoz puede evitar sufrimiento innecesario y complicaciones a corto y largo plazo.

Según la Fundación Española de la Tartamudez, el 2 % de los adultos españoles tartamudean, y muchos de ellos reconocen tener baja autoestima y miedo a hablar con los demás, lo que influye negativamente en muchos ámbitos de su vida cotidiana. Desde el Colegio Profesional de Logopedas de la Comunidad de Madrid (CPLCM) recomiendan consultar a un profesional experto para trabajar este trastorno y conseguir mejorar su calidad de vida.

Como explica la logopedas especialista en tartamudez y colabora activa con la Fundación Española de la Tartamudez, Raquel Escobar, el tratamiento de la tartamudez en los adultos se complica debido a factores emocionales, ya que “los adultos sufren más el peso emocional de la tartamudez”, pero con una intervención adecuada también se puede lograr un dominio de la expresión oral lo más funcional, relajada y fluida posible.

Esta experta asegura que el abordaje de la tartamudez en los adultos debe combinar logopedia y psicología, ya que, en la edad adulta, la tartamudez se caracteriza por la presencia de comportamientos primarios, que tienen que ver con las disfluencias del habla, pero también con otros comportamientos secundarios que se pueden clasificar en tres grupos: fisiológicos (tics, fuerza…), verbales (evitaciones, sustituciones y muletillas) y emocionales (ansiedad, miedo y baja autoestima), y estos últimos tienen un peso importante en cómo la persona afronta la tartamudez.

En opinión de Escobar, antes de comenzar a trabajar el patrón del habla, “hay que extinguir los comportamientos secundarios existentes. Los logopedas se centrarán en los de tipo fisiológico y verbales”. Sin embargo, los de tipo emocional, si existieran, tendrían que ser tratados por un psicólogo.

Desde el punto de vista de la logopedia, “el tratamiento se basará en modificar la velocidad, el volumen y los impactos articulatorio, poniendo interés en suavizar los inicios del hablar (que es cuando se presentan sobre todo las disfluencias)”. Y una vez adquirido el patrón del habla, “tendremos que ayudarle y acompañarle en la generalización del mismo. Es decir, será necesario realizar una correcta programación en base a situaciones, personas, temas, etc.”, subraya Raquel Escobar. De este modo, aprenderán a comunicarse de forma más suave y cómoda y ganarán en seguridad y calidad de vida.

No obstante, esta logopeda experta en tartamudez aconseja a las personas que tartamudean:

  • Hablar del problema. En ciertas situaciones se hace imprescindible hablarlo para normalizar el trastorno. La tartamudez nunca debe ser una vergüenza para nadie, y mucho menos para la persona que la padece y sus familiares.
  • Decir lo que desea, cuando lo desea y sin limitaciones.


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