Erik Jacobs demuestra en la saga Englandom que la diversidad sí tiene cabida en la novela distópica

Por Eva Fraile

Que el protagonista de una novela debe encarnar unos determinados valores es algo comúnmente aceptado, aunque cada vez esa línea se mueve más y los autores juegan a ponerle al «bueno» algunas características «malas», a ver si somos capaces de seguir empatizando con él. Sin embargo, hay un rasgo que parece prohibido modificarle: la sexualidad. De esta forma, acabamos cayendo en el error de aceptar que solo hay una sexualidad buena y propia del protagonista de una historia.

Normalmente, cuando uno se embarca en una distopía futurista, el mundo que lo recibe es vagamente reconocible. Tal vez quedan por ahí un par de monumentos en ruinas que sirven para ubicarnos, para saber que aquello fue Nueva York, o París, o El Cairo. Suele tratarse de meros decorados, sin más función que la de provocar una mirada entre aterrada y nostálgica en el espectador. Es menos usual darse de bruces con un escenario que bien pudiera ser una consecuencia lógica del devenir político de la sociedad actual, donde todo es más reconocible y donde realmente podemos sentir ese miedo de que podríamos terminar dando con nuestros huesos en ese sitio.

Erik Jacobs

De esto va la saga de Englandom, de Erik Jacobs, y ese es uno de sus principales valores, que ha conseguido retratar un porvenir al que fácilmente podríamos acabar llegando. Tan fácilmente que asusta un poco. Su Londres no es un mero escenario tomado por alienígenas, ni se trata de un futuro remoto tras un apocalipsis nuclear; al Londres de Jacobs se ha llegado por la degeneración política, y de eso no estamos nunca a salvo.

No obstante, el escritor latinoamericano se muestra más optimista en persona que cuando ejerce de literato: «Quizá soy demasiado optimista, pero me parece que la civilización humana, con todas sus debilidades y defectos, va avanzando en la dirección correcta. Claro, en el camino hay y seguirá habiendo muchos tropiezos y algunos retrocesos, pero, en su conjunto, veo a la humanidad yendo en la dirección correcta», asegura, al tiempo que aporta la clave del éxito del género en el que se enmarcan sus obras: «Las novelas distópicas, que pintan un futuro cruel, injusto e indeseable, aportan su granito de arena para no desviarse del camino: recordar constantemente a nuestra conciencia colectiva el posible terrible final al que algunos comportamientos errados nos pudiesen llevar».

La saga Englandom, que será una trilogía, consta, por el momento, de dos títulos: Héroes de Englandom y Furia de Englandom, y representa un futuro en el que la sociedad ha retrocedido siglos en cuanto a derechos y libertades. La sociedad londinense, escenario principal, se basa en un sistema de castas en función de su lealtad a la patria, y es en este contexto donde muchas personas se van quedando atrás, al margen de la sociedad.

Es aquí donde aparecen Derin y Dylan, los protagonistas de esta historia y otro de los puntos fuertes de la saga de Erik Jacobs, porque, cuando uno se sumerge en la distopía… bueno, cuando uno se sumerge en la literatura en general, no suele encontrarse con un elenco que reúna la diversidad que el autor ha conseguido aquí. Y lo cierto es que, tal como reconoce, descubrió que el público estaba mucho más preparado para una historia como la suya de lo que muchas veces solemos creer: «Al inicio, sí me pareció que sería complicado. Yo también pensaba que el hecho de que el protagonista, el héroe, es un chico gay sería lo primero que comentarían los lectores. Pero me equivocaba. Ahora que ya he tenido contacto con muchas personas que han leído la novela, me encanta que la mayoría de comentarios se refieran al “mundo creado”, a “la trama de la historia”, al “suspense que te hace querer seguir leyendo para ver qué pasa después”, o a lo entrañable que es este o aquel personaje. Claro, la orientación sexual de Derin, el protagonista, es un elemento importante de su personalidad, pero uno de muchos, y no el que lo define como persona. Me fascina cómo los lectores opinan de manera entusiasta y muy natural sobre el romance entre Derin y Dylan, que es una historia de amor primerizo dentro de un mundo muy convulsionado. En este sentido, creo que sí he conseguido lo que pretendía, y la orientación sexual del protagonista no es lo que define el libro», asegura.

Erik Jacobs ha contribuido a derribar una barrera que a muchos les parecía insalvable, la de llevar la diversidad sexual a la literatura fantástica, a las narraciones de acción. Parecía que era algo imposible y se ponía la excusa de que al público le iba a chocar, pero queda claro que la sexualidad de los personajes no los define ni define la historia. «Yo creo que, en el fondo, ya no hace falta nada. Los lectores están, desde hace tiempo, listos para este tipo de personajes. Lo que quizá sí se podría mejorar es el apoyo que la industria editorial y los medios de comunicación prestan a estas historias, de manera que puedan llegar a un mayor público», afirma Jacobs.



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