Ser mujer y tener una enfermedad mental

Acerca del 8M

Imagen de Chen en Pixabay

Ha pasado un nuevo 8 de marzo. Una nueva oportunidad de salir a la calle a reclamar la posición de la mujer en la sociedad actual en términos de igualdad. Una nueva oportunidad de poner razones encima de la mesa. Los motivos forman parte ya del canon social, el argumentario es comprendido cada día por más gente, la sociedad ha conseguido marcar en su agenda este día, y aunque la reivindicación debe permanecer como antídoto a la rutina, podemos considerar al 8M como algo más que una serie de manifestaciones, sino como un sentir organizado y bien asentado en nuestra agenda social.

Sin embargo, hay talentos que siguen en la sombra. Condiciones que siguen siendo atenuadas, que se combinan con la falta de equidad ya existente por el hecho de ser mujer. Y no hablamos sino de las mujeres que sufren una enfermedad mental.

Al olvido solo se le combate con memoria. Tener una enfermedad mental y ser mujer supone un condicionamiento que va más allá del estigma. Hablamos de falta de oportunidades, de consideraciones añadidas que nada tienen que ver con la persona y que, como una suerte de dominó, se despliegan en el imaginario social.

Las diferencias de género en salud mental se muestran en muchos de los datos oficiales. Hoy en día, la incidencia en diagnóstico de depresión mayor es hasta tres veces mayor en mujeres que en hombres, y hasta dos veces más en trastornos ansiógenos. Estos preocupantes datos se unen a la mayor prescripción de fármacos con respecto a los hombres.

Los datos en violencia de género son aún más llamativos. La posibilidad de sufrir algún episodio de violencia familiar y/o de pareja es de dos a tres veces más probable si eres mujer y tienes un diagnóstico en enfermedad mental.

Además, a la ya de por sí desigualdad en términos de género en materia de empleo, se une el hecho de que una mujer con discapacidad gana menos que un hombre y también que una mujer sin discapacidad en el mundo laboral.

Este es el escenario. El estigma en personas con enfermedad mental se representa en una marca visible que resulta intolerable para la sociedad, oscureciendo la capacidad y no permitiendo a las personas participar del juego social.

La idea de la igualdad ha sido cada vez más reconocida y atraviesa mucho más si cabe a una sociedad que exige estar menos condicionada. Desde este prisma, conviene que hablemos de equidad más allá de igualdad. La igualdad es una idea de cómo debería ser el trato personal y social, mientras que la equidad es una realidad que implica el reconocimiento de características y condiciones personales y sociales para que la aplicación de la igualdad sea justa. No todo el mundo cuenta con las herramientas de inicio para aprovechar las oportunidades que surjan.

Remitiéndonos a los derechos de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad de Naciones Unidas de 2006, el “derecho a vivir de manera independiente y a ser incluido en la sociedad”, no implica que la persona tenga que estar desprovista de apoyos, incluso se plantea de forma explícita, el derecho a tener acceso a la “asistencia necesaria que respalda la forma de vivir y la inclusión en la sociedad, para evitar el aislamiento o la segregación”

No deja de ser paradójico que sea el propio ser humano el que construya sociedades y contextos que resulten poco inclusivos para todos sus miembros. Solo sensibilizando a la población que la construcción depende de nuestras decisiones, podemos aspirar a cambiarlas. Porque la vida empieza cada cinco minutos. Porque una adversidad puede ser una herida que se escriba en nuestra historia, pero no es el destino.

Desde el Centro de Día de soporte social Majadahonda, de Grupo 5 AGS Clariane, dejamos esta aportación con la esperanza de cambiar, al menos, un sentir. Porque la suma de todos empieza por convencer a unos pocos. Seamos optimistas, porque ser cualquier otra cosa no sirve absolutamente de nada.


Por el Centro de Día de soporte social Majadahonda. Grupo 5 AGS. CLARIANE



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